Su mirada me dice que nos volveríamos a encontrar.
Su rostro me dice que tenemos pendiente algo por resolver, qué linda es! ella me dice, sin hablar, que habría que volver a cruzarse. Yo, como un tonto solitario sigo caminando y soy sorprendido por una nueva mirada, una que busca en la noche el refugio de otros ojos. Con cuál me quedo?
Porque andar a la deriva era mi obsesión interior. Andar por la ciudad nocturna, así como lo hacía en la guardia del hospital, sin mucho para hacer más que cuidar la limpieza del espacio. Creo que ahí agarré el hábito soñador, es que con tantas horas vacías el despliegue interno me resultaba el más verdadero.
Andar y ser parte de sus ojos cuando ella duerma.
La manzana terminada y mi alma encantada vuelve a la cocina con los fideos a punto de pasarse. El aroma de la albahaca, mi porcelana, el aceite de oliva que más aprecio y la calidad de la pasta me dan un subidón de grelina, dopamina y confianza, entonces... abro la boca y las cartas.
"Estimado noctámbulo, quería hacerle llegar mi mas sincero agradecimiento. Agradecer que puedo soñar con usted. Me he quedado días pensando en su rostro convocante, en su forma de caminar y estarse por los bancos y las esquinas. Yo quisiera agradecerle que usted sea tan buen compañero de pensamientos, y aunque no nos conozcamos, mi vida ha cambiado al verlo en las calles. Tontenado, vagueando, sin rumbo fijo, usted me ha comprendido y lo he seguido, para saber dónde es que vive y para aprender".
Antes de abrir las siguientes cartas intenté recordar a las personas con las que me había cruzado, pero me di cuenta que a todas las miraba sin verlas. Mi desesperación crecía, y la orexina se transformaba en cortisol, no obstante hacía fuerzas para tragar y los fideos caían al buche.
"Tonteando celebramos un signo de luz en la noche. Arrimando nuestros cuerpos sin rumbo, como animales peleando o noctámbulos andando. Tus manos revolotean como palomas que aprenden a volar. Tu cuerpo me esquiva y me lanzo a rodar con vos por el suelo, de golpe freno y me rindo a una caricia en la espalda y mi cara cae sobre tu pecho y luego en mi pecho aparece la suavidad de tu mejilla encendida que lo oculta".
Sentí que mi garganta no funcionaba como de costumbre, no se puede hacer las dos cosas a la vez. Se come o se lee. Y entonces se lee, porque esta aventura es más fuerte que mi blanca pasta, y es más rico aún haber encontrado un alma de compañía capaz de inundarlo todo con su presencia anónima.

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